Ranas y estrellas es un recreo de tres minutos antes de volver a trabajar, es un cable al cielo donde uno puede conectar su mente al limbo y decir "hola" a todos los papa frita que, como yo, nos quedamos atrapados aqui cuando niños, para nunca mas regresar.
Ranas y estrellas es el País de Nunca Jamás, pero Peter Pan ya no vive, y el legado pesa sobre nosotros ahora, sobre los Niños Perdidos!

10 de diciembre de 2010

Amor por la sabiduría - MoBAld

"Toda la filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física y las ramas que salen de ese tronco son todas las demás ciencias, las cuales se pueden reducir a tres principales: la medicina, la mecánica y la moral."
Descartes

Desde que quién sabe quien se paró frente a un rayo y vio un brazo que lo arrojaba. Desde que Homero y Hesíodo pusieron en palabras una tradición oral. Desde que alguien tomó aquellas y comenzó a desarticularlas para analizar “lo dicho”. Desde que Tales pensó una regla para medir campos y descubrir la geometría. Desde que Jenófanes pensó que había algo raro en los Dioses olímpicos. Desde que Heráclito se metió en aquel río. Desde que Sócrates eligió la cicuta. Desde que Platón lo homenajeó con el protagónico de sus pensamientos. Desde que el motor inmóvil arrancó. Desde las sustancias. Desde la existencia. Y desde que existe alguien que dice que nada es cierto. Desde que murió Dios. Desde siempre: el hombre.
El hombre y sus problemas, el hombre y la diferencia con los otros pobladores del planeta. El hombre y el espejo, el eterno ¿por qué?
Ese porqué halla su culminación máxima en la filosofía. Porque es literalmente amor hacia la sabiduría, y allí están quienes la aman de verdad, quienes forman el selecto grupo de “pensadores” que definieron el curso de no sólo el pensamiento de la humanidad, sino también el modo en que entendemos la realidad.
Porque, ¿cómo hubiéramos descubierto la ciencia sin la filosofía? ¿Cómo nos hubiéramos parado siquiera frente a un resfrío sin la filosofía?
Existieron grandes pensadores, pero más grandes fueron por su poder de observación, de constante reflexión, de no quedarse con lo expuesto, de pensar que había más, que se necesitaba más (y aún se necesita); aquellos que después de dos mil años siguen siendo leídos, que ostentan records (ahora que estamos en la era de la estadística) de novecientos años de duración para una escuela (me refiero a la Academia, claro). De imperios que lograron unir al mundo por cerca de un milenio.
¿Cómo ubicar las acciones del presente cuando tenemos un pasado tan grande, tan glorioso?
¿Con qué cara decir en público que la filosofía no sirve? ¿Quién se atreve?
Lo que es más, necesitamos más filósofos, esta es una época que debería convocarlos. A los nuevos y a los viejos, a los baratos y a los caros. A todos. Deberían volver a pensar en si Dios existe, en el valor de las religiones, en la moral, en la ética, en la sociedad, en la física más que nunca, en la medicina, en los sistemas socio-económicos. En la historia, tener siempre presente la historia para no volver a repetirla.
El mundo en el que vivimos trajo consigo, como hemos visto con Marx y Marcuse, una enajenación propia del fracaso de una minoría que cuidó sus intereses a costa de todo. Y digo una minoría porque aún si fueran cientos de miles, son sólo un puñado si se los compara con los millones que habitamos este planeta.
Pienso en el pobre de Sócrates suicidándose en pos de un ideal, en una época en que eso valía algo, e inmediatamente me acuerdo de Favaloro.
Pienso en Freud, huyendo de su patria por profesar un credo, y me acuerdo de mi abuelo viendo cómo quemaban sus libros (y otros tantos) los peronistas en el Jockey Club. Y el gorila era él porque, mientras lo apuntaban con un arma por la espalda, lloraba.
Pienso en Einstein. Cómo no pensar en Einstein. Quizás uno de los mayores descubrimientos físicos de la historia, utilizado sólo para arrasar dos ciudades repletas de hijos, abuelos, nietos, madres, padres, hermanos, amantes, monumentos, parques, árboles y tiempo.
Pienso que si un milagro nos devolviera ahora a Sócrates pediría un tanque australiano lleno de cicuta o, quién sabe, quizás lo viéramos bailando por un sueño.
Pienso en esa frase de Descartes y literalmente visualizo el árbol, cierro los ojos y veo todo lo que creció, todo lo que de él nació, y no encuentro palabras para explicar como puede alguien descreer de ella.
Y, al igual que Descartes, me encuentro con una evidencia: que si yo pienso y existo, el producto de mi pensamiento es, ante todo, filosofía. Amor por el saber. Y ese amor debe estar imbuido del fuego de la razón de Heráclito, ese logos debe nadar por el agua de Jenófanes y volar por el viento de Anaxímenes. Debe estar presente en lo indefinido de Anaximandro.
Debe ser.
Debe existir, proyectarse y ser proyección. Debe ser esencia del pensamiento. Debe ser la nave que atraviese el mar del caos, debe ser paragüas. Debe seguir manifestando las patadas narcisistas, porque nos recuerda que somos seres que no siempre piensan bien.
Debe guiar.
Debe ser la metáfora última, esa que simbolice la verdad, pero nunca quiera hacerla suya. Debe analizarla, sintetizarla. Debe ser evidencia. Debe ser locura. Debe ser contradicción. Debe ser mito, palabra. Debe quemar. Debe derrocar dinastías, monarquías y civilizaciones. Debe dar armas para la lucha de clases.
Debe ser la fe dentro de todos nosotros. Debe ser posible. Debe ser nuestra psyché, Debe ser nuestro Prometeo. Debe ser Athena iluminándonos desde las tinieblas. Debe ser su búho.
¿Que si es necesaria? Es el mármol crudo de Fidias, es el helicóptero de Da Vinci. Es todo aquello de lo que se desprende el fruto de la observación. Es entendimiento, es lectura, es discusión.
Debe ser Borges y Cortázar, Dionisio de Halicarnaso y Tito Livio, Jesús y Buda.
Debe ser las dos caras de la misma moneda.
Debe ser el cosmos, debe ser la velocidad de la luz.
Debe ser Dios y, si no lo es, debería serlo.

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