"La persona en cuestión era un cúmulus limbus, es decir, era una nube, que parecía una nube, pero que no lo era. Era un cascarón, un envoltorio para contener, a veces con y a veces sin éxito, un tifón.
En ocasiones uno podía ver la tempestad en sus ojos y a veces se mostraba frío y cruel como un arma en manos de un asesino. Se paseaba entre sus congéneres con la mayor de las habilidades, camuflado, aunque se sabía diferente.
Y tenía el mayor don que jamás he visto en ser alguno: el de la inmortalidad. Y cuando digo inmortalidad no me refiero a la eterna perduración del cuerpo físico, sino a la única forma de inmortalidad que conozco: el recuerdo.
No existe persona que lo haya conocido que no lo recuerde como alguien importante para su vida y querido, en todos dejó su huella. Fue un artífice y para él, todos éramos lienzos en blanco. Fue un hombre... por momentos.
Fue una tempestad.
Fue una nube, que parecía una nube, pero que no lo era."
En ocasiones uno podía ver la tempestad en sus ojos y a veces se mostraba frío y cruel como un arma en manos de un asesino. Se paseaba entre sus congéneres con la mayor de las habilidades, camuflado, aunque se sabía diferente.
Y tenía el mayor don que jamás he visto en ser alguno: el de la inmortalidad. Y cuando digo inmortalidad no me refiero a la eterna perduración del cuerpo físico, sino a la única forma de inmortalidad que conozco: el recuerdo.
No existe persona que lo haya conocido que no lo recuerde como alguien importante para su vida y querido, en todos dejó su huella. Fue un artífice y para él, todos éramos lienzos en blanco. Fue un hombre... por momentos.
Fue una tempestad.
Fue una nube, que parecía una nube, pero que no lo era."
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