La batalla por el brazo del sillón
_ dale, dale, que la peli ya va a empezar…
_ tranquilizate querés! Que recién están las propagandas.
_ bueno pero metele ¡que a mí me gusta verlas!
_ ¿qué asientos tenemos?
_ J8 y J9, bien al medio
_ acá es…
_ ¿dónde dejaste la coca y los nachos?
_ acá están…
_ poné la coca en el medio
Y así arranca la lucha. Lentamente él introduce la puntita del codo en el medio del brazo del sillón, ella lo nota y sostiene su precaria posición con tenacidad, endurece los músculos del antebrazo, corre la cintura hacia el otro lado para armar una suerte de “palanca” que cueste mover.
Él no cede tampoco y hace fuerza con el peso de su cuerpo, quiere ese brazo todo para él. Lentamente logra colocar su antebrazo en paralelo al brazo del sillón y va desplazando el de ella.
Sorpresivamente, y en jugada riesgosa, ella levanta su brazo y, veloz como siempre son las mujeres, retrocede y lo coloca al fondo, dejando el codo en inmejorable situación.
Ganó ella claro, pero las mujeres son muy hábiles para las victorias encubiertas y no les pesa parecer “perdedoras” sin serlo.
El brazo era suyo porque al sentarse el codo quedaba a la altura de las costillas, perfectamente cómodo y equilibradamente natural.
Él tenía la mitad de adelante, cerca de la coca, y el cuerpo inclinado… pero sonriendo porque tenía la mitad de adelante, cerca de la coca.
Del otro lado, tan solo uno segundos después, sentó su obesidad un señor enorme que abarcó la totalidad del otro brazo del sillón y un poco más también.
_la próxima vez compro pasillo- dijo él disimuladamente resignado.
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